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Centro de Actualización e Innovación Educativa
//19 de Abril, 2012

Dimensiones de la Personalidad

por teresaherrera1 a las 17:20, en General


DIMENSIONES DE PERSONALIDAD Y SATISFACCION PERSONAL
Alfredo Fierro
Universidad de Málaga
Violeta Cardenal
Universidad Autónoma de Madrid
Introducción
La personalidad "sana" -o "saludable", como reza, en castellano, el título de un libro de Jourard y Landsman (1987)-
no es una ficción, pero sí una construcción conceptual. En rigor, los conceptos son siempre constructos: resultado
de construcciones cognitivas; y hasta ahí nada tiene de singular referirse a aquélla como constructo. Son
igualmente constructos todos los conceptos al uso en psicología -sea "aprendizaje", "percepción", "refuerzo",
"estímulo" o "conducta"-, por más que los conceptos se refieran a fenómenos empíricos, pues éstos son
organizados, elaborados, construídos conceptualmente en los correspondientes constructos y modelos teóricos.
Cuando se destaca que "personalidad" o, más aún, "personalidad sana" es un constructo (así, Hampson, 1982), con
ello se está poniendo de relieve que se trata ahí de construcciones conceptuales de orden superior, más alejadas que
otros conceptos -o constructos- de la observación directa de los fenómenos. Son constructos, sin embargo, no
caprichosos, sino necesarios, indispensables para describir y analizar el comportamiento humano. Cada constructo
de un orden superior está hecho, elaborado, a partir de -y con materiales de- otros constructos de orden inferior.
Así, el de personalidad está construído a partir del constructo de conducta: como conjunto, sistema, patrón de
conductas; y, a su vez, el de personalidad sana está hecho, a su vez, a partir del de personalidad.
En la construcción del concepto de personalidad sana -o de cualquiera de sus posibles afines: personalidad normal,
madura, adaptada, funcional, etcétera- existen problemas inherentes a la naturaleza misma de los fenómenos que
en él se integran, y ya para empezar, porque resulta más fácil definir o acotar lo "psicopatológico" que lo "normal" o
"sano", que entonces viene a quedar en una noción más bien negativa, equivalente a "no patológico".
Además de eso, a la psicología objetiva, científica, le cuesta hacerse cargo de la herencia de una psicología clínica, de
carácter práctico, que es la que principalmente ha elaborado la noción de personalidad psicopatológica. Por el
contrario, la tradición conductista, dominante en la ciencia del comportamiento, había sido reacia a introducir
conceptos de personalidad y prefería sustituír éstos por conceptos estrictamente comportamentales. En coherencia
con ello, el conductismo se esforzó por abandonar la noción de personalidad patológica y reemplazarla por la de
conducta patológica o sus afines: conducta inadaptada, disfuncional, desvíada. En tal esfuerzo, sin embargo,
difícilmente el conductismo podía llegar a buen fin, a una noción bien definida de la conducta inadaptada o
desvíada, pues esta noción precisamente requiere un enfoque que trascienda al conductismo. En efecto, incluso al
modificador de conducta más ortodoxamente conductista no suele interesarle una conducta psicopatológica
aislada, que, por otro lado, puede darse en cualquier momento y circunstancia de la vida de una persona, por
ejemplo, en condiciones de ebriedad o de alteración mental transitoria por otra causa. Así que la conducta misma
sólo llega a aparecer como patológica -y esto aún con lente conductista- cuando se contempla no aislada, sino en
secuencia o en combinación con otras conductas similares o asociadas a ella. Ni a la psicopatología o a la
psicoterapia, ni a la modificación y terapia de conducta le interesan comportamientos aislados. Estos, sean o no
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patológicos, adquieren interés para esas disciplinas teóricas y prácticas cuando se organizan en patrones y
secuencias de acción, patrones y secuencias para los cuales se construyen los conceptos de personalidad.
Ahora bien, el postulado de que es preciso incorporar conceptos de personalidad para acotar lo "sano" y lo
"psicopatológico" no resuelve, por sí solo, las dificultades de construcción conceptual. Persiste el carácter
predominantemente negativo de la noción de "personalidad sana"; y queda, sobre todo, la pluralidad de nociones,
ostensible ya en la multiplicidad de denominaciones y en las connotaciones metafóricas que todas ellas tienen.
La calificación de personalidad "sana" incluye una metáfora, que se toma en préstamo a la medicina y en la que lo
sano se contrapone a lo enfermo. El desarrollo sistemático de esa metáfora ha constituido el eje del modelo médico
de la conducta desviada, modelo que habla de "enfermedad mental": de la alteración y disfunción comportamental
como enfermedad. Dicho modelo médico es, con razón, denostado y rechazado por la psicología y no sólo por la
conductista. Sólo que las restantes denominaciones y nociones posibles también son construcciones e implican, no
menos, poderosas y peligrosas metáforas. Así, hablar de conducta "desviada" o "inadaptada", involucra metáforas
mecánicas, respectivamente, la de desviarse de un carril o un camino, y la de no ajustarse una pieza con otra; hablar
de personalidad "madura" incluye una metáfora botánica, por no decir agrícola, relativa al crecimiento y maduración
de un fruto o de una planta; hablar de personalidad "normal" tiene sentido en el marco de normas estadísticas o de
otro género. Cualesquiera sean las reticencias ante la metáfora médica de la salud y la enfermedad mental,
aproximadamente las mismas reticencias deberían guardarse frente a las metáforas mecánicas, botánicas y
estadísticas o normativas.
No hay metáfora o modelo privilegiado, preferible a otros. Antes, al contrario, el mejor modo de mantener
conciencia crítica acerca del lenguaje metafórico aquí en uso reside en no atarse a él, en tomarlo con pinzas, sin
pretender extraerle derivaciones sistemáticas, en aceptar solamente las consecuencias bien sustentadas no tanto en
la analogía metafórica, cuanto en la realidad empírica, en cambiar de una metáfora a otra cuando esta realidad así
lo exija, pues cada metáfora llama la atención sobre algún foco, mientras descuida otros focos pertinentes.
Por la pluralidad de las construcciones posibles y por el carácter altamente metafórico de éstas, el constructo de
personalidad sana aparece, esencialmente, como concepto difuso, borroso, de límites poco claros, que forma parte
de los supuestos de algunas disciplinas psicológicas, como la psicopatología y la psicoterapia, pero rara vez
formulado de forma explícita. La exploración de las dimensiones del constructo ha sido hecha, sobre todo, por
psicólogos clínicos o de orientación idiográfica, personalista. Las principales características que éstos han solido
atribuir a la personalidad sana son las de capacidad de amor, de goce y de trabajo, realización de las propias
potencialidades, capacidad de comunicación, de relación, de afrontamiento de la realidad, del medio. En esas
características no destaca una noción unívoca, ni siquiera una sola dimensión crucial; aparecen, más bien,
dimensiones varias de la personalidad sana (Fierro, 1984). Aún conviniendo en lo esencial de tales dimensiones, las
distintas teorías generales de la personalidad y la conducta han propuesto dispares concepciones y modelos de
personalidad saludable para diferentes momentos y ámbitos de la vida humana (una exposición amplia y sistemática
de ello se encuentra en Jourard y Landsman, 1987, y también en DiCaprio, 1974).
Aún con esas divergencias de conceptuación y con su delimitación harto difusa, tiene sentido hablar de
personalidad sana y hablar de ello en el marco de una psicología científica. Debería dar que pensar el hecho de que
en dos libros pioneros de psicología de la personalidad, Allport (1937, 1963) dedicara amplios capítulos al tema de la
personalidad madura, tema no ajeno, sino pertinente, por no decir equivalente al de personalidad sana. Tiene
sentido este constructo, desde luego, por contraposición al de personalidad patológica, con tal de entender que
éstos son extremos contrapuestos de una dimensión o varias dimensiones bipolares, las cuales, además, presentan
carácter continuo y no discontinuo o categórico. No hay personalidad -o conducta- categóricamente "sana" o, al
contrario, "patológica", "desvíada", sino personalidad -y conducta- más o menos cercana a los polos extremos del
eje o ejes a lo largo de los cuales se construyen estas calificaciones.
El carácter borroso le es inherente al constructo de personalidad sana en psicología, sobre todo, porque en él se
entrecruzan determinaciones sociales e individuales. Ante todo, qué se entiende por personalidad sana depende
mucho de la construcción social de la misma en cada cultura y cada sociedad. No sólo cada sociedad, sino cada
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grupo social construye un determinado perfil de personalidad sana, a través del cual decide qué conductas van a
considerarse desviadas, extravagantes, inadaptadas, patológicas o incluso delictivas. Los límites de la desviación e
inadaptación en la conducta social -y toda conducta lo es- llegan a ser tan imprecisos como para que ese indefinido
ámbito pueda en su extremo confundirse con lo antisocial y delictivo. Así, en nuestra misma sociedad, tanto un
homicidio, como el incendio de un bosque, pueden ser considerados ya como delito, ya como gesto irresponsable
de un celoso trastornado o, respectivamente, de un pirómano.
Para terminar de complicar la noción, debe añadirse que ésta no es resultado tan sólo de una construcción social.
Hay en ella, además, un constructo individual, una autopercepción personal que se suma -o se resta- a la percepción
social y grupal. Cada individuo, siquiera de manera implícita, se autopercibe y reconoce, y tiene conciencia de sí
mismo en una posición dentro del haz de dimensiones definitorias de lo "sano" / "psicopatológico"; en particular, se
siente bien o mal, reconoce su estancia y vivencia en el mundo -o en un medio determinado-, como sana o como
enferma, como apetecible o como indeseable. Esta percepción de sí, ella misma, tiene una raíz que trasciende al
individuo: se genera, sin duda, a partir de la imagen social de lo deseable y de la percepción que cada cual encuentra
en otros acerca de sí mismo. Por consiguiente, incluso la autopercepción personal incluye elementos socialmente
construidos. Pero, no menos cierto, el constructo de personalidad sana contiene innegables componentes
individuales, junto a los sociales, componentes que no son reducibles a lo social y que, además, no siempre o no
forzosamente están elaborados desde la sinrazón. Justo desde un enfoque de psicología social y desde una
posición que destaca en extremo la configuración de la persona a partir de la sociedad y la cultua, sostiene Georges
Mead que el individuo, pese a todo, y con razón, es capaz de hacer frente a la entera sociedad. Merece la pena citar
su texto en extenso: "Una persona puede llegar a un punto en el que tiene que ir contra todo el mundo que le
rodea. Pero para poder hacer eso tiene que hablarse a sí misma con la voz de la razón. Tiene que abarcar las voces
del pasado y del futuro. Este es el único camino por el cual el sí mismo puede obtener una voz que es más que la
voz de la comunidad." (Mead, 1934, trad. cast., página 196).
Es decir, en otras palabras, y para el tema ahora bajo consideración: el individuo puede sentirse -y saberse a sí
mismo- sano, cargado de razón, asistido por la voz de la racionalidad, frente a una sociedad que le declara
enfermo, inadaptado o desviado. Pero se da también, y con frecuencia mayor, la situación contraria, la de que
alguien, no juzgado enfermo por la sociedad, se considere a sí mismo enfermo, se sienta hundido en la miseria de
un malestar peor que cualquier mal físico.
Si hiciera falta cifrar en un solo eje cada uno de los dos componentes, el personal y el social, del constructo bipolar
personalidad sana / psicopatológica, parecería plausible la siguiente construcción: el elemento personal se extiende a
lo largo de una dimensión de bienestar / malestar; el social a lo largo de la dimensión aceptación / rechazo por los
demás. Por bienestar ha de entenderse cierto grado de satisfacción en la vida, dependiente, sí, de condiciones
materiales, pero no idéntico a éstas. En la aceptación por parte de otros se incluye, desde luego, adaptación social o
ajuste. Seguramente son, cada una, dimensiones no simples, pero en ellas se compendia el entrecruzamiento que
define a la personalidad indudablemente sana (satisfacción vital y aceptación social) frente a la inequívocamente
psicopatológica (malestar junto con rechazo social).
Son dimensiones, sin embargo, que no se corresponden siempre entre sí, pues no siempre se asocian sus
respectivos polos positivos o negativos; y entonces queda todo mucho menos indudable o inequívoco. La
presentación de las distintas coincidencias y discrepancias imaginables -y reales- entre la construcción social e
individual de la personalidad sana puede compendiarse en un cuadro de doble entrada que reúne las cuatro
posibilidades de combinación de los polos positivo y negativo de lo social (aceptación / rechazo) y lo personal
(satisfacción / malestar). En un cuadro así no resultaría difícil clasificar las distintas categorías diagnósticas en
Psicopatología. El que sigue a continuación no pasa de ser una ilustración que se limita a unos pocos ejemplos más
claros:
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Social
positivo
(aceptación)
Social
negativo
(rechazo)
Personal
positivo
(satisfacción)
Personalidad sana Psicopatía
Personal
negativo
(malestar)
Depresión
Ansiedad
Esquizofrenia
Las cuatro celdillas del cuadro, por supuesto, no representan categorías cerradas; más bien, señalan posiciones
dentro de dimensiones bipolares y continuas. Por ello, más apropiada que el encasillamiento es una representación
en un espacio bidimensional definido por los ejes individual y social, espacio en el que son ubicables los distintos
síndromes psicopatológicos:
satisfacción
aceptación rechazo
malestar
La doble dimensión -social e individual- del constructo de personalidad sana permite entender algunos aspectos
destacables de las reacciones de la sociedad (y de la familia, y de otros grupos) ante las personas "desviadas". La
sociedad procede al "encierro" de ciertas personas, sea en cárceles, en manicomios o en hospitales psiquiátricos,
cuando -y en la medida en que- en una desviación comportamental se halla en juego el interés público o colectivo,
reflejado en la definición o construccón social de lo "sano", "adaptado" y "normal". Por un lado, problemas
psicopatológicos que acarrean enorme sufrimiento personal, pueden no ser construidos socialmente como tales por
no afectar a valores sociales. Por el otro, y al contrario, conductas que al propio sujeto le parecen -y acaso
realmente son- de logro y realización de sí mismo pueden ser construidas socialmente como psicopatológicas.
Las consideraciones precedentes eran precisas para presentar el enfoque y propósito básico del presente estudio,
que en su vertiente empírica prosigue la línea de investigación emprendida y expuesta en otro informe (Fierro y
Cardenal, 1993), aunque con algún desplazamiento en la problemática, desplazamiento precisamente derivado de
tales consideraciones. El formato de la investigación sobre la personalidad sana en este trabajo, como en el anterior,
es el de un estudio que tiene las características de: a) ser de naturaleza dimensional y correlacional, no experimental;
b) haber sido realizado en grupos muy amplios de personas (más de un millar); c) con sujetos de edad adulta,
pasada ya la juventud, aunque todavía no en la vejez (edades entre 30 y 60 años); d) relacionando variables de
personalidad con el constructo de personalidad sana; e) incorporando, entre esas variables, algunas que son clásicas,
tradicionales en investigación de la personalidad, junto a otras expresamente construidas para el caso de la
investigación.
Además de las características generales del formato de la investigación, en el presente estudio se han mantenido
otros elementos del estudio anterior. Algunas de las variables estudiadas son las mismas, no sólo las de edad, sexo,
nivel cultural y nivel socioeconómico, sino también algunas variables propiamente psicológicas: la de experiencias
vividas recientes (dos últimos años), evaluadas de acuerdo con la escala de acontecimientos estresantes elaborada
por Holmes y Rahe (1967); la de madurez personal, escala construida por los investigadores a partir del modelo
evolutivo de Erikson (1968) sobre estadios de la identidad.
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Otras variables consideradas en el estudio anterior, las de autoestima y pensamiento racional, no han entrado en el
actual estudio, que, en cambio, ha recogido variables nuevas: la de lugar de control, de Rotter, y las tres variables de
neuroticismo, extraversión y psicoticismo, del EPQ-A, de Eysenck.
En la población explorada ha habido otro pequeño -aunque significativo- cambio. Todos los sujetos del otro
estudio eran personas que vivían en pareja. En cambio, en este estudio hay sujetos con y sin convivencia estable
con otra pareja del sexo opuesto. Esto ha permitido tomar como variable relevante la convivencia, o no, en pareja.
Al darse esta circunstancia, la variable de satisfacción personal, que en el primer trabajo fue operacionalizada como
satisfacción conyugal, con la pareja, en éste ha pasado a ser una satisfacción personal o vital de carácter general,
no específica de la vida de pareja.
Si las diferencias con el estudio precedente son menores en lo metodológico y lo empírico, el contexto teórico y la
orientación de algunas hipótesis se ha modificado mucho: ha adquirido precisión como consecuencia del desarrollo
mismo de este programa de investigación. En concreto: mientras en el precedente estudio el acento recaía en tratar
de reconstruir mediante procedimientos correlacionales el constructo de personalidad madura o sana, en un intento
de identificar y justificar las dimensiones del constructo, en éste se ha pasado a tratar de ver si hay, o no,
dimensiones de la personalidad que no estén asociadas con la personalidad sana. Y también: mientras el primer
estudio obedecía a una lógica del validación del constructo, éste procede en una franca operacionalización de la
personalidad sana en un indicador concreto, el de la satisfacción personal. Estos dos cambios en el enfoque de la
indagación requieren un breve comentario.
En un enfoque estructural, dimensional, correlacional, el constructo de personalidad sana se elabora mediante un
proceso de validación del constructo, que sólo puede ser forjado a partir de múltiples indicadores, los cuales
funcionarán entonces como dimensiones manifiestas del constructo subyacente. Un proceso tal de validación, que
exige recorrer muchas -idealmente, todas- las dimensiones manifiestas de la personalidad y asignar a cada una el
correspondiente peso en el valor -construido- de personalidad sana, puede ser prácticamente interminable. Un
enfoque diferente consiste en proceder por el atajo de una operacionalización plausible. Es plausible, desde luego,
asumir que la dimensión de satisfacción o bienestar personal constituye un indicador privilegiado o acaso incluso el
componente esencial de la personalidad sana, al menos en su vertiente individual. Bajo esta suposición, cobra
interés no tanto tratar de forjar el constructo de personalidad sana a partir de múltiples dimensiones de
personalidad, sino sencillamente examinar las relaciones estructurales entre estas otras dimensiones y la satisfacción
personal.
Desde el punto de vista conceptual, algunas dimensiones de personalidad, como la de neuroticismo (cf. Eysenck,
1952, 1967), por su propio contenido -por construcción misma-, parecen deber tener relación con el concepto de
personalidad sana y su componente o indicador de bienestar personal. En cambio, otras dimensiones, como la de
extraversión, o lugar de control, en su contenido y construcción conceptual nada tienen que postule correlación
alguna con la personalidad sana o con dicho bienestar. De esta distinción -conceptual y de principio- entre dos
tipos de dimensiones de personalidad, asociadas, o no, al bienestar o satisfacción personal (y, a través de ello, a la
personalidad sana), nace la hipótesis principal del presente estudio: examinar si, de hecho, esa distinción conceptual
llega a tener reflejo empírico, esto es, comprobar si hay, o no, dimensiones de personalidad que sean neutras,
ortogonales, respecto al eje individual -de bienestar, satisfacción- de la bipolaridad "salud mental" / psicopatología.
Aún con el referido giro, existe continuidad de esta investigación con la anterior. Se configura, pues, en ella un
doble propósito: de una parte, confirmar los hallazgos de aquella otra investigación; de otra, verificar la hipótesis de
una asociación de diferentes dimensiones comportamentales con la personalidad sana en su operacionalización de
bienestar personal.
Entre los hallazgos del estudio que precedió a éste (Fierro y Cardenal, 1993), cuya replicación se ha pretendido
ahora, están, en primer término, las comparaciones entre varones y mujeres en distintas dimensiones. Se ha tratado
de comprobar de nuevo si, al igual que en los resultados de aquel estudio: a) los varones se muestran con más alto
grado de satisfacción que las mujeres; b) las mujeres, en cambio, aparecen con mayor madurez personal; c) el
patrón de correlaciones es más alto, más sólido, en las mujeres que en los hombres; d) una puntuación ponderada
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en la Escala de acontecimientos estresantes (Holmes y Rahe, 1967) se relaciona mejor con otras dimensiones que
una puntuación no ponderada.
En orden al segundo propósito general del presente estudio, se han introducido dimensiones comportamentales que
por su construcción conceptual no tendrían por qué estar asociadas con la satisfacción o bienestar personal, tales
como la de lugar de control y la de extraversión; y otras que sí deberían estarlo, como neuroticismo y psicoticismo,
además de la de madurez de la persona. La predicción habría de ser que el nivel de satisfacción correlaciona con
estas últimas dimensiones, mas no con las primeras. Caso de cumplirse esta predicción, quedará comprobada en los
hallazgos empíricos la construcción conceptual de dimensiones de personalidad, en particular, la de extraversión y la
de lugar de control, supuestamente ajenas, no asociadas con la personalidad sana o, sencillamente, con su
componente de satisfacción personal. Ahora bien, si, por el contrario, incluso las dimensiones conceptualmente no
relacionadas aparecen empíricamente relacionadas, esto fomentaría la sospecha -por comprobar en ulteriores
estudios- de que acaso no haya dimensiones de personalidad del todo irrelevantes, ortogonales, respecto al
bienestar y satisfacción en la vida.
Existen, en consecuencia, dos posibilidades: a) o bien, dentro de las dimensiones de personalidad, se configuran dos
subconjuntos, uno el de las dimensiones claramente "marcadas" respecto a la salud mental -o al elemento interno e
indicador suyo de la satisfacción personal-, frente al subconjunto de las "no marcadas"; b) o bien todas -o casi
todas- las dimensiones de personalidad aparecen "marcadas" respecto a la salud mental, respectivamente, a dicho
bienestar. En este último caso, ninguna de las dimensiones comportamentales podría considerarse neutra e
indiferente ante el constructo de personalidad sana.
Por supuesto, el hecho de no haber dimensiones de personalidad no marcadas respecto al constructo de
personalidad sana, no asociadas con ella, no basta para avalar la hipótesis, a todas luces insostenible, de que dicho
constructo se halle subyacente a todos los demás, o que contribuya a explicar cierta parte de su varianza. No se
trata de eso aquí. Lo único que se intenta comenzar a contrastar es si hay, o no, alguna dimensión comportamental
que no se relacione con el constructo de personalidad sana o, mejor, con el saludable componente de una
satisfacción o bienestar personal.
METODO
Sujetos
El estudio se ha realizado sobre 1.140 personas: 598 mujeres y 542 hombres, en edades comprendidas entre los 30
y los 60 años.
De estas personas, 675 viven con una pareja estable, y 465 viven sin pareja estable, lo que no quiere decir que sean
personas solitarias o que vivan solas. La circunstancia del emparejamiento ha sido analizada como variable relevante
efectuando comparaciones entre las personas emparejadas y no emparejadas.
Procedimiento
La aplicación y recogida de cuestionarios ha sido realizada por alumnos colaboradores, de último curso de
Psicología, de la Universidad de Málaga, en grupos de dos alumnos. Cada pareja de alumnos los aplicaba a 20
personas. Los cuestionarios eran cumplimentados por los sujetos de manera individual y los colaboradores
aclaraban, en caso necesario, el contenido de los items.
Variables e instrumentos
Las variables estudiadas han sido de diferente naturaleza: biológicas, sociales, biográficas y de naturaleza
estrictamente comportamental o de personalidad. Como variables biológicas de las personas se han tomado en
cuenta la edad y el sexo. Como variables sociales se han recogido las de:
a) Nivel socioeconómico (nivel social), valorado en una escala de intervalos, como dimensión continua, a partir
de ciertos indicadores (tales como ingresos y características de la vivienda y del vehículo familiar).
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b) Nivel cultural, categorizado de acuerdo con los estudios académicos terminados, en escala de cinco puntos,
que debería considerarse como ordinal, pero que, para simplicidad en el análisis correlacional, ha sido tomada
como escala de intervalos.
Como variable de carácter biográfico se ha tomado la puntuación en la Escala de acontecimientos significativos de
Holmes y Rahe (1967). Esta Escala es propuesta por los autores como indicadora de acontecimientos estresantes,
llevando cada acontecimiento una puntuación de ponderación. En este estudio, como en el anterior, ha sido tomada
como operacionalización de experiencias y eventos que han tenido significación e impacto en la vida de las
personas. En ella, además, y por las razones expuestas en otra ocasión (Fierro y Cardenal, 1993), ha parecido
oportuno distinguir, además de la ponderación de intensidad, la cualidad afectiva -positiva o negativa- de los
distintos acontecimientos significativos. Cabe presumir -y así se encontró en el primer estudio- que no el monto
total de experiencias, sino el balance positivo de las mismas es lo que se asocia con las variables de personalidad
pertinentes. En consecuencia, de la citada Escala se han extraído dos valores distintos:
a) Puntuación de suma ponderada total de acontecimientos significativos vividos a lo largo de los dos últimos
años. Se ha puntuado este monto total de acuerdo con las especificaciones y ponderaciones de ítems de los
autores de la escala (total).
b) Puntuación de balance de los acontecimientos significativos. Este valor se ha obtenido computando, por una
parte, el monto total ponderado de acontecimientos juzgados positivos por el sujeto y restando de él el
monto total ponderado de los acontecimientos juzgados negativos (balance).
Como variables propiamente de personalidad se han estudiado:
1) Las dimensiones de neuroticismo, extraversión y psicoticismo, medidas con la Escala EPQ-A, de Eysenck.
2) La variable de lugar de control, con la Escala de Rotter. 3) La madurez en el desarrollo personal, variable
que intenta recoger el modelo de estadios de identidad y que es evaluada en un cuestionario de ocho
enunciados (véase en Anexo 1), elaborado por los autores a partir de la descripción que de dichos estadios
ofrece Erikson (1968). En un formato de respuesta de elección forzosa, los sujetos han de elegir los items
más y menos representativos de sí mismos. A partir de esta elección, y de acuerdo con normas de
ponderación expuestas en otro informe (Fierro y Cardenal, 1993), se computa para cada sujeto un valor de
desarrollo o madurez personal, a lo largo de una escala continua.
Por último, como variable indicadora de personalidad sana, se ha evaluado la satisfacción personal de los sujetos
mediante una Escala también construida para el caso por los autores (véase en Anexo 2). Se trata de un
instrumento esencialmente fenomenológico, que tiene por contenido el colorido de la vivencia personal del sujeto.
De ella no se realizó estudio previo de fiabilidad y validez. Su valor, por tanto, se limita a una validez aparente o
conceptual. Cabe adelantar, de todos modos, que ha sido la variable con correlaciones más altas con el resto de las
variables. Esto permite pensar que, en cualquier caso, lo que en ella se mide no es arbitrario, ni tampoco sólo
aleatorio.
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TABLA 1: VALORES MEDIOS, DESVIACIONES TIPICAS* Y SIGNIFICACION DE LAS DIFERENCIAS ENTRE MUJERES
(N=598) Y HOMBRES (N=542) EN LAS DISTINTAS VARIABLES ESTUDIADAS
Mujeres Hombres p <
Balance experiencias 53.92
14.37
53.83
15.08
n.s.
Satisfacción 26.14
5.54
26.31
5.17
n.s.
Madurez 65.76
7.18
65.31
8.07
n.s.
Lugar control** 10.89
3.96
12.20
4.28
.000
Neuroticismo 13.67
5.73
11.82
5.60
.000
Extraversión 11.72
4.06
11.89
4.50
n.s.
Dureza (psicoticismo) 3.00
3.39
3.52
3.58
.013
* El valor superior en cada casilla es el de la media. El inferior, el de la correspondiente desviación típica.
** La mayor puntuación refiere al polo de lugar interno de control.
Resultados
Algunos análisis de los resultados consisten en contrastes de medias entre los distintos grupos: varones / mujeres,
emparejados / no emparejados (a). Otros se refieren a las correlaciones entre las distintas variables (b).
a) La comparación entre hombres y mujeres en las variables estudiadas aparece en la tabla 1. Sólo en tres
variables ha habido diferencias significativas. Los varones aparecen con una puntuación media
significativamente más alta en lugar interno de control [p < .000], así como en psicoticismo [p < .013],
mientras las mujeres puntúan, como media, significativamente más alto en la variable de neuroticismo [p <
.000], es decir, en inestabilidad emocional.
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TABLA 2. VALORES MEDIOS, DESVIACIONES TIPICAS* Y SIGNIFICACION DE LAS DIFERENCIAS ENTRE PERSONAS
EMPAREJADAS (N=675) Y NO EMPAREJADAS (N=465) EN LAS DISTINTAS VARIABLES ESTUDIADAS
Sin pareja En pareja p <
Balance experiencias 53.55
14.09
54.02
15.25
n.s.
Satisfacción 25.62
5.44
26.63
5.27
.002
Madurez 65.01
8.03
65.92
7.29
.05
Lugar control** 11.54
4.30
11.50
4.07
n.s
Neuroticismo 13.02
5.72
12.63
5.75
n.s.
Extraversión 11.89
4.50
11.72
4.06
n.s.
Dureza (psicoticismo) 3.45
3.71
3.11
3.32
n.s.
* El valor superior en cada casilla es el de la media. El inferior, el de la correspondiente desviación típica.
** La mayor puntuación refiere al polo de lugar interno de control.
En la comparación entre los sujetos con y sin convivencia con pareja estable (tabla 2), hay diferencias significativas
tan sólo en dos variables. Los sujetos emparejados presentan puntuaciones significativamente más altas en
satisfacción personal [p > .002] y también en madurez [p > .05].
El examen de las asociaciones conjuntas -o interacciones- que las variables de emparejamiento y de sexo presentan
en relación con las variables de personalidad se ha hecho mediante un análisis de varianza de dos factores. El valor
F de la interacción de ambos factores ha resultado significativo únicamente y en alto grado [p < .001] en la
dimensión estabilidad / neuroticismo, en el sentido de que el emparejamiento se asocia con mayor neuroticismo en
las mujeres y con mayor estabilidad en los hombres.
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TABLA 3. CORRELACIONES ENTRE LAS DISTINTAS VARIABLES ESTUDIADAS EN EL TOTAL DE SUJETOS (N=1140)
edad nivel
cult.
total
exp.
bal.
exp.
sat. mad. l.c. neu. ext.
nivel cultural
-.35+
total
exper.
-.05 .04
balance
exper.
-.20+ .08 .22+
satisf.
-.07* .17+ -.10 .15+
madurez
.02 .04 -.03 .08* .26+
lugar
control
-.02 .13+ .02 .07* .24+ .12+
neuroti -
cismo
.03 -.24+ .08* -.04
-.48+ -.17+ -.29+
extraversión
-.20+ .12+ .08* .06 .20+ .07* .06 -.16+
psicoticismo
(dureza)
-.01 -.04 .05 .01 -.30+ -.05 -.05 .13+ -.12+
El signo + corresponde a un nivel de significación de p < .001; el signo * a un nivel de significación de p < .01.
b) Los datos del análisis correlacional entre las distintas variables estudiadas constan en la matriz de la tabla 3.
Más de la mitad son correlaciones estadísticamente significativas y presentan asimismo clara significación
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psicológica. Los comentarios a continuación se refieren a relaciones con significación tanto estadística como
psicológica o psicosocial:
La edad correlaciona negativamente con la variable de nivel cultural [-.35] y también con la extraversión [-.20]. Con
los años, por tanto, las personas se hacen más introvertidas. Por otro lado, y de acuerdo con el hecho sociológico
de que las jóvenes generaciones suelen haber tenido la oportunidad de una educación formal más prolongada, las
personas mayores presentan nivel cultural más bajo.
El nivel cultural, a su vez, correlaciona negativamente con el neuroticismo [-.24] y positivamente con la extraversión
[.12]. Las personas con más alto nivel cultural aparecen afectivamente más estables y más extravertidas.
El balance de experiencias presenta correlaciones más altas que el total de experiencias, lo que confirma el interés de
trabajar con esta variable en términos de balance y no absolutos. A veces, incluso, cambia el signo de la correlación
según se tome el total de experiencias o su balance. Así ocurre con sus respectivas correlaciones respecto a la
satisfacción: ésta tiene correlación positiva con el balance de experiencias [.15] y negativa con la totalidad de las
mismas [-.10]. El balance de experiencias, a su vez, correlaciona negativamente con la edad [-.20].
La variable de madurez, construida a partir de descripciones de Erikson de los estadios evolutivos de la identidad
personal, no alcanza una correlación significativa con la edad, lo que queda abierto a interpretaciones dispares. Aún
así, aunque al margen de la sucesión postulada por el modelo de estadios, correlaciona significativa y positivamente
con el balance de experiencias [.08], con la satisfacción [.26], con el lugar interno de control [.12] y con la
extraversión [.07], y negativamente con el neuroticismo [-.17].
La variable de satisfacción es la que presenta coeficientes de correlación más altos con el resto de las variables.
Merece destacarse el hecho de que esta variable, construida "ad hoc" para este estudio, obtenga tales valores de
asociación. Ello pone de manifiesto que, a menudo, no es tanto el refinamiento en la elaboración de las escalas,
cuanto la adecuación a los fines de estudio, lo que asegura su buen funcionamiento. En concreto, la satisfacción
correlaciona positivamente con el nivel cultural [.17], el balance de experiencias [.15], la madurez [.26], el lugar
interno de control [.24] y la extraversión [.20]; y negativamente con la edad [-.07], el monto total de experiencias [-
.10], el neuroticismo [-.48] y el psicoticismo [-.30]. En suma, esta variable, a la que se le encomienda el papel de
operacionalizar el constructo de personalidad sana en su componente individual y de vivencia subjetiva, aparece
positiva o negativamente asociada con todas las demás variables.
Se ha comparado, por último, el patrón de correlaciones en hombres y en mujeres. La tabla 4 muestra la matriz
correlacional de las variables según sexos. El promedio de las correlaciones en los varones es .11 y en las mujeres
.13. La diferencia en ese promedio es menor que la hallada en el estudio precedente (Fierro y Cardenal, 1993), que
era de .13 para los hombres y .18 para las mujeres.
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TABLA 4. CORRELACIONES ENTRE LAS DISTINTAS VARIABLES ESTUDIADAS EN CADA SEXO
edad nivel
cult.
total
exp.
bal.
exp.
sat. mad. l.c. neu. ext.
nivel cultural
-.38+
-.35+
total
exper.
-.05
-.07
.05
.01
balance
exper.
-.17+
-.23+
.04
.11*
.29+
.18+
satisf.
-.10*
-.04
.15+
.18+
-.11*
-.09
.14+
.16+
madurez
.01
.02
.06
.03
.01
-.08
.04*
.12*
.32+
.20+
lugar
control
-.09
-.04
.21+
.01
.04
-.00
.06
-.09
.25+
.24+
.12*
.12*
neuroticismo
.08
-.03
-.24+
-.18+
.11*
.07
-.03
-.06
-.44+
-.54+
-.23+
-.12*
-.31+
-.22+
extraversión
-.20+
-.19+
.11*
.13+
.11*
.03
.11*
.01
.18+
.23+
.04
.09
.11
.03
-.18+
-.13+
psicoticismo
(dureza)
-.02
.00
-.07
-.03
.08
-.00
-.01
.00
-.32+
-.28+
-.04
-.05
-.05
-.07
.11*
.19+
-.06
-.16+
Dentro de cada casilla aparece arriba el valor de la correlación en las mujeres (N=598) y abajo en los hombres
(N=542)
El signo + corresponde a un nivel de significación de p < .001; el signo * a un nivel de significación de p < .01.
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Discusión y conclusiones
El estudio ha venido a confirmar algunos hallazgos del estudio anterior sobre relaciones entre las mismas o
semejantes variables: 1º) la variable de satisfacción o bienestar se asocia a otras variables comportamentales que
conceptualmente son pertinentes a la conducta saludable -en este caso, correlación negativa con neuroticismo y
psicoticismo, y positiva con madurez personal-, de suerte que en ello se configura un patrón complejo de
personalidad sana; 2º) una ponderación de los acontecimientos significativos, según sean positivos o negativos,
proporciona asociaciones más fiables que una puntuación absoluta. En cambio, no sale corroborado -aunque
tampoco rechazado- que el patrón de personalidad sana resulte más sólido en las mujeres que en los hombres.
Se he reproducido también el resultado, ya obtenido en el anterior estudio, de que, en contra de las predicciones del
modelo de estadios de Erikson, la madurez en la identidad personal no guarda relación con la edad. Del
incumplimiento de la predicción cabe hacer tres interpretaciones dispares: a) la escala está mal construida y no
refleja bien el citado modelo; b) las predicciones del modelo y, por tanto, el modelo mismo son erróneos; c) aún
siendo correctos el modelo, sus predicciones y la escala, los items de ésta deben ser ponderados de otra forma. Sin
embargo, puesto que esta variable de madurez personal guarda relación con todas las demás variables -excepto
también el nivel cultural-, cabe conjeturar que en ella sí que se recoge madurez de la persona, pero una madurez
que no -o no forzosamente- ha de representarse en el marco de un modelo evolutivo de estadios que se suceden.
Respecto a las predicciones específicas del estudio, no han aparecido variables o dimensiones comportamentales
que no estén asociadas a la personalidad sana, mejor dicho, asociadas a ese criterio o indicador que se ha
establecido, el de la satisfacción o bienestar personal. La asociación ha aparecido en dimensiones conceptualmente
ajenas a la personalidad sana o psicopatológica (extraversión, lugar de control), tanto como en aquéllas que, por su
concepto mismo, tienen connotaciones psicopatólogicas (neuroticismo, psicoticismo).
Esta última hipótesis merece ser ulteriormente explorada. La investigación de dimensiones de personalidad debe
extenderse a otras dimensiones. En principio, cabe conjeturar que algunas de ellas estén conceptualmente marcadas
respecto a la personalidad sana o al bienestar personal. Es el caso de todas las que tienen cierta connotación
psicopatológica: escalas de ansiedad, depresión, etcétera. En cambio muchas otras dimensiones de personalidad, en
principio, no tendrían por qué hallarse así marcadas: todas las relativas a estilos cognitivos o modos de
pensamiento, tales como pensamiento impulsivo/reflexivo, pensamiento analítico/sintético, o dependencia /
independencia de campo, así como también dimensiones psicosociales como la de auto-monitorización. Sería de
interés el descubrimiento de que, a semejanza de lo hallado en las dimensiones de extraversión y lugar de control,
también estas otras dimensiones aparecieran relacionadas con la satisfacción personal y con otros indicadores de
personalidad sana. Pero igualmente sería interesante el hallazgo opuesto, el de que, en lo empírico, y no sólo en lo
conceptual, existen variables comportamentales no asociadas en absoluto a la satisfacción de las personas en la
vida y al constructo de personalidad sana.
La investigación futura, dentro de esta misma línea de estudio, debería orientarse y ampliarse, por tanto, en dos
direcciones: 1) en primer lugar, tomando asimismo alguna variable de criterio social de personalidad sana, tal como
la adaptación o ajuste al entorno; 2) y, además, examinando nuevas dimensiones de personalidad -de estilos
cognitivos y atributivos, y de variables psicosociales, como auto-monitorización u otras semejantes-, a las que, por
su construcción conceptual, no se las postula asociadas con indicadores personales o sociales de la personalidad
sana.
La relación combinada de las variables sexo y emparejamiento con variables psicológicas no ha sido objeto de
hipótesis y predicciones específicas en el este estudio. Es asociación que, sin duda, merece ser explorada
metódicamente, incorporándola al diseño investigador. Las hipótesis posibles al respecto pueden formularse
alrededor de cualquier tópico, por ejemplo, el de que en el matrimonio -o en el emparejamiento- quien gana es
principalmente la mujer. En contra de ese tópico convencional, un artículo reciente, aparecido en la prensa diaria
(Pérez-Royo, 1993), argumentaba -a partir de investigaciones allí citadas- que, por el contrario, quien principalmente
gana y está interesado en el matrimonio es el hombre.
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Los resultados de la presente indagación no permiten extraer conclusiones sólidas sobre el asunto. El análisis de
varianza de las variables psicológicas en relación con los factores de emparejamiento y sexo y con su interacción o
combinación, no ha mostrado significación estadística en tal interacción para dimensiones en las que, de acuerdo
sea con el tópico referido, sea con su antítesis en hallazgos de investigación, debería mostrarse aquélla: en el
balance favorable de experiencias, o en el bienestar y satisfacción personal. Sin embargo, el único valor significativo
de interacción -aparecido en la variable estabilidad / neuroticismo- contradice al tópico y es acorde con aquellos
hallazgos: el emparejamiento conyugal beneficia principalmente a los varones, al estar asociado con mayor
estabilidad emocional en ellos (lo que permite suponer que la favorece), mientras se asocia con mayor neuroticismo
en las mujeres (a las que, por tanto, no aporta estabilidad emocional). Esto mismo, con todo, se queda en hallazgo
anecdótico, tanto más cuando no se halla apoyado por resultados semejantes en otras variables. Todo lo cual,
aunque aquí no ha pasado de ser un incidental hallazgo -más bien: un no hallazgo-, y precisamente por haberse
quedado ahí, en lo anecdótico, merecería asimismo ser investigado de manera formal en estudios posteriores.
ANEXO 1:
EVALUACION DE LA MADUREZ EN LA IDENTIDAD PERSONAL
Para evaluar el grado de madurez en la identidad personal se utilizó una lista de ocho frases, las cuales están
entresacadas de textos de Erikson acerca de los estadios quinto a octavo de evolución de la identidad. Cuatro de
las frases (positivas, indicativas de progresión en la identidad personal) consisten en la formulación positiva de lo
más característico de cada uno de esos estadios; y las otras cuatro (negativas, indicadoras de bloqueo o fracaso en
esa progresión) enuncian la situación típica del malogro en alcanzar el correspondiente estadio.
En un formato de elección forzosa, en esta lista los sujetos han de escoger las dos frases que mejor representan los
propios sentimientos y conciencia actuales acerca de sí mismos, y excluír las otras dos que menos les reflejan. La
puntuación en esta lista se realiza adjudicando 10 puntos por cada enunciado positivo escogido o cada enunciado
negativo rechazado. A esa puntuación básica se añade otros puntos ponderados en relación con el nivel de estadio
positivo asumido.
Encuesta
Las frases recogidas a continuación están tomadas de conversaciones de personas adultas con psicólogos. Son
muy ilustrativas tanto de los problemas, cuanto de las esperanzas y de los proyectos de mujeres y hombres en la
vida adulta. Por favor, señale con una cruz las dos frases que mejor le reflejan en este momento y tache, en
cambio, aquellas otras dos que se alejan más de lo que actualmente es su vida:
1. "Tengo claro lo que soy y lo que quiero hacer, tengo fe en ello".
2. "Quiero que algo de mi vida sea en beneficio de otros, de los hijos, o de los jóvenes de mañana".
3. "Veo ahora con desesperanza que la vida es muy corta, que tengo los años contados, y que no conseguiré
realizar la mayoría de mis sueños".
4. "Me siento aislado y solo. No hay nadie con quien tenga una verdadera intimidad".
5. "Me veo estancado, como si el tiempo no hubiera pasado en los últimos años, como si no hubiera sucedido
nada".
6. "Estoy tan unido a las personas que quiero, que apenas pienso en mí, sino en nosotros".
7. "He aprendido que todo en la vida es relativo, también mi propia vida, que amo mucho, que no deseo perder,
pero que sé y acepto que terminará un día".
8. "No sé qué hacer de mi vida y no tengo nada a qué agarrarme".
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ANEXO 2
EVALUACION DE LA SATISFACCION PERSONAL
Se presenta a continuación la Escala de satisfacción personal. Los sujetos contestaron a ella con un Sí o un No al
lado de cada frase.
Encuesta sobre estados de ánimo
A continuación hay una serie de frases. Ha de contestar SI o NO, envolviendo el SI o el NO en un círculo, según que
reflejan, o no, sus estados de ánimo, sus sentimientos o sus experiencias en este momento de su vida.
1) Por las mañanas suelo despertarme relajado y con ganas de empezar un nuevo día.
2) Los días de fiesta me levanto contento.
3) La vida ofrece pocas satisfacciones.
4) Estoy siendo menos feliz de lo que esperaba de joven.
5) Me siento a gusto con los amigos.
6) Me siento a gusto con mi familia.
7) Le pongo humor a la vida.
8) Pasé muy bien mis últimas vacaciones.
9) Preferiría huir de todo lo que ahora tengo y hago.
10) El amor es maravilloso.
11) He tenido mala suerte.
12) La vida es bastante triste.
13) A gusto me cambiaría por otra persona.
14) Estoy preocupado por mi salud.
15) He sido poco afortunado en amores.
16) Me gusta la casa en que vivo.
17) Tengo pesadillas a menudo.
18) En el trabajo tengo con frecuencia situaciones desagradables.
19) En casa tengo con frecuencia situaciones desagradables.
20) Es triste no ser joven.
21) Hay quien me quiere mal.
22) Veo el futuro bastante negro.
23) Me gusta la ciudad en que vivo.
24) Disfruto mucho con pequeñas cosas de cada día.
25) Estoy contento con mi trabajo.
26) Estoy contento con mi familia.
27) El amor trae más alegrías que penas.
28) Me arrepiento de muchas cosas que he hecho.
29) Si pudiera, cambiaría mi vida al cien por cien.
30) A veces lloro de alegría y emoción.
31) Me han salido mal muchas cosas en la vida.
32) En los últimos tiempos he tenido bastante dolores físicos.
33) En los últimos tiempos he tenido bastante sufrimiento moral.

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